Una sala con paredes y suelo blancos. Un silencio sepulcral. Un corro de sillas y gente sentada en ellas. Todos se miran. Nadie habla. Lo raro es que la gente allí sentada es gente como muy pálida, muy rara. Como enfermiza. Una mujer con bata blanca y cara agradable está en el centro. Señala a uno de los sedentes.
-Hola… Hola, soy Drácula y llevo cuatro meses sin beber sangre.
-Hola, Drácula-dicen todos. Y aplauden.
-¿Por qué no nos cuentas lo que te llevó a tomar esta decisión?- pregunta la mujer agradable, imagino que sería la moderadora o algo así.
-Eh, sí, bu-bueno…-tartamudea.- En realidad es difícil de contar. O sea, me refiero, no fue una cosa que dijeses en plan… «¡Boom! y ya, dejo de beber». No, fue como más complicado. Como más no sé. Es que no sé. Fue algo que me llevó a hacerlo pero, pff. No sé. ¿Lo cuento?
Noto que Drácula habla raro. Un conde diciendo «en plan», ¿eso es legal?
-¡Sí, claro! ¡Cuéntanoslo! Sin miedo, aquí estamos para aprender- contesta la moderadora, que además de agradable, creo que es psicóloga.
-Bueno, pues a ver. A ver, yo qué sé… Pues… A ver…Pues que me he enamorado, joé. No, pero no penséis mal. O sea me he enamorado de verdad, y no lo entiendo porque yo de esas cosas siempre he pasado. Yo vivía por y para la sangre, pero sé que a ella no le gusta. Y pues como que noté que necesité dejarlo…
-Pero, ¿y quién es ella?- pregunta con tono inquietante la psicóloga.
Deduzco que las circunstancias en las que conoció a su actual amor no fueron del todo corrientes, porque Drácula se pone bastante nervioso al verse en la circunstancia obligada de tener que contestar a la pregunta de la psicóloga.
-Pues a ver, se llama Michelle. Bueno, en realidad su nombre real aún no lo tengo claro, pero ese es el nombre que utiliza en su trabajo. Y, a ver… bueno, pues sí. Es puta. ¿Y? ¿Pasa algo?
Noto que se dirige a su compañero de al lado, que se ha rascado la nariz.
-¿Te estás riendo? ¿Se está riendo de mí?
-Drácula, tranquilo. Nadie se está riendo de ti. Sigue contándonos.- De verdad, qué simpática es esta mujer, que pone paz en los momentos más tensos.
-Pues eso, que la conocí en un bar una noche. Bueno, en un puticlub, supongo. Pero, a ver, que yo no iba a buscar nada de eso, ¿sabes? Que yo solo iba porque necesitaba tomar algo, y ya. Pedí un Bloody Mary, y ella entonces dijo «dos, si puede ser». A ver, y yo dije que no tenía tanta sed. Lo que pasa que ella como que me dio a entender que el otro era para ella y ya pues lo entendí. Me dijo que era dominicana, pero que llevaba diez años aquí, en Transilvania. Me contó que le gustaban las bachatas, la salsa. Y no sé, a mí esas cosas no me gustan, pero yo qué sé. Me quedé embobado mirando sus rizos.
¿Qué le pasa a Drácula? ¿Es este el de verdad?
-Y nada. Una cosa llevó a la otra. Nos liamos, y no sé. Noté cómo poco a poco quería beberme su sangre dulce y dejarla seca. Pero justo cuando iba a hacerlo, me paró. Me dijo que qué hacía, que si estaba loco y tal. Y no sé, no pude forzar y paré. Le dije que era Drácula y eso, que me gustaba el rollo sangre y eso. Y me dijo que o la sangre o ella, pero que a ella esas cosas le daban mucho asco y que no iba a vivir así conmigo. Yo le dije que no podía, que aunque quisiera, la sangre siempre me iba a gustar. Que era una droga. Y ella me dijo que de todo se sale. Hice caso. Y bueno, pues aquí estoy.
-¿Y notas mejoras desde que empezaste el tratamiento?
– Bueno, a ver, sí. Ahora sí. Pero al principio me costó. En plan que me ponía a temblar por las noches. Pero bueno, ya en verdad sí que estoy mejor. Bebo leche de soja que sabe parecido. Y no sé. Bien.
La gente murmulla algo. El corro va quedando cada vez más en la lejanía. Todo se oscurece.
Aparece Drácula, años después. Está visiblemente más fibrado, con la piel más morena, aunque manteniendo intactos sus colmillos. Está sentado en una playa del Caribe, y Michelle está muerta en sus brazos. Drácula tiene la mirada perdida y aprieta sus mandíbulas descargando la presión que acumula su cuerpo.
-¿Por qué me pediría que le chupase aquella costra? ¿POR QUÉ?
El plano se aleja cada vez más, fundiéndose a negro mientras Drácula llora desesperadamente por el final inesperado.
–
En fin. Prefiero no hacer declaraciones sobre el reto que he cumplido esta semana. Este tipo de cosas no las puedo arreglar de ninguna forma.
Pero bueno, Lidia, para que quedes a mi altura, te pediré que hables en nombre de una de las figuras más importantes de este país de la que poco se habla últimamente para los días tan importantes que está viviendo. Y no, no hablo del 400º aniversario de la muerte de Cervantes. Hablo de la Pantoja. Isabel acaba de salir de la cárcel, y en ningún momento me he sentido acosado por los medios de comunicación hablando en exclusiva de qué color era el coletero que lucía el día que tuvo su primer permiso y qué nos querría decir con su elección.
Así, quiero que retrates en primera persona y con un tono puramente cómico qué se le pasa a la viuda de Ehpaña estos días clave para ella y su familia.
Nothing else.
Best wishes.
Jorge.