Flipo mazo con el Prado

Tras un mes de continuo sufrimiento, búsqueda de uno mismo, o vete tú a saber qué he hecho, ¡VOLVEMOS a publicar! Y aunque Lidia me dio a elegir dos opciones a cuál más interesante en su pasado reto, me he tenido que decantar por la segunda. Y  es que la figura del adolescente al que aleatoriamente llamaremos David, no podía pasarse por alto. Esos jóvenes que golpean las barras del Metro con sus manos con uñas desgastadas, pantalones de chándal y el culo pa’ fuera. Sí, existen. Y todos los conocemos. Y si no, montad en la línea 10 de Metro cuando juegue el Madrid.

Pues bien, aquí os presento la increíble historia de cuando David visitó el Museo del Prado:

Aquella tarde, Adriana me tenía una sorpresa preparada. Yo me había llevado ya puesta la camiseta de mi equipo, el Real Madrid, como no podía ser de otra manera, porque luego iba a ir al Bernabéu a ver el partido con la chavalada. En verdad, no creí que me fuese a llevar a ningún sitio especial.

Adriana y yo solo llevábamos unos meses. Nos conocemos de siempre del instituto, pero no vamos a la misma clase. Ella está en segundo de bachillerato de Humanidades, y yo repetí primero de Sociales (desde aquí aprovecho para mandar un saludito al Mortadelo, que me suspendió en junio. Es un cabrón, pero al final se le coge cariño en verdad). Pero Adriana siempre me ha gustado. No solo está buenísima, sino que encima es mazo de lista y me ayuda con sintaxis. Creo que la quiero de verdad.

Pues bien, yo pensando que me iba a llevar al Burger King, cuando de repente nos plantamos en la cola del Museo del Prado. “Vamos, no me jodas”, le dije. Pero ella se empeñó en que me iba a gustar, que ella me invitaba.

Cuando entramos, olía mazo como cuando abro el baúl que mi abuela tiene en el pueblo. Pero flipas lo que olía, chaval. Pero bueno, la verdad es que se me olvidó pronto el olor, porque Adri no paraba de contarme cosas sobre los cuadros que no sé si entendía muy bien porque no estaba prestando mucha atención.

“Tú, ¡vaya tetas!, ¿no?” exclamé irónicamente entre risas cuando de repente vi un gran cuadro frente a mí. “Es la maja desnuda, de Goya. Si seguimos por aquí, la tienes vestida también”, me contestó. Yo pensé que el Goya este sería un pajillero o algo, pero en verdad me estaba gustando. Luego fuimos a ver cosas del Velázquez ese, el de las Meninas. Al principio me quise hacer el pasota, pero en verdad luego empecé a flipar bastante con la historia de Las Hilanderas. “Tú, pero ¿y se disfrazó de vieja? ¡Qué loca, chaval!”. Con la mirada empecé a pedirle que me contara más. “A ver, que a mí en verdad esto  me la suda, pero ya que estoy aquí…”, pensaba.

Cuando llegamos a Van der Weyden y el “Descendimiento de la cruz” ya sí que no pude ocultarlo. ¡Las lágrimas parecían de verdad! Me quedé parado, en silencio, y miré cada detalle de la obra. No sé dónde estaba Adri, pero ahora no necesitaba sus explicaciones. Solo quería mirar y disfrutar de lo que tenía delante, y eso que esta vez no era la Play. Cuando volví a la realidad, Adri estaba detrás de mí, riéndose con el móvil en la mano. “Tú, no te rayes. Borra la foto que me has hecho”, le dije. Ella no me dejó coger el móvil, pero me dijo que en la foto tenía que ver mi cara a punto de llorar, emocionado y empanado a partes iguales. Traté de negarlo, pero fue inútil.

“Pues a ver, ha estado bien, pero no es lo mío” confesé cuando salimos. “Y el Thyssen ese, entonces, ¿qué es?”, pregunté después. Me va a llevar el próximo sábado.

El arte es irresistible para todos. Hasta para los que van de duros.

Y ahora, por fin, vuelvo a encomendarte, querida Lidia, nuevos retos a los que enfrentarte. Y es que la próxima semana, por desgracia para todos, tenemos que elegir (a ver si esta vez se puede) al nuevo presidente del Gobierno. Pero mira, yo es que no sé a quién votar. No me gusta ninguno, a todos les falta algo y todos tienen algo que no me termina de convencer. Yo… yo es que creo que si tú te presentases, te votaría a ti. ¿Por qué no nos cuentas tu programa electoral? Trata de captar votantes con un discurso potente e ilimitado en el que, incluyendo un eslogan de campaña, nombre de partido y posibles miembros del mismo (políticos que cogerías de otros partidos, personajes famosos, ¡vale todo!), nos conquistes y hagamos que te votemos.

#LidiaForPresident.

Jorge.

Lo que siento con 22

Oh, qué detalle ha tenido la gran Lidia de felicitarme vía WordPress. Pues bien, siguiendo con su reto, lo único que puedo decir es est

Describe cómo te sientes con tus 22 con…

1. Una canción

Aunque en este caso sería bastante fácil acudir a Taylor Swift, te diré que me identifico con ‘Corazón de fuego’ de Soraya. Así, por ejemplo.

2. Un GIF

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Uno de tantos que me describen.

3. Un emoji de WhatsApp.

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Define mi irónica situación de «22 años. Becario. Soltero. Sin independizar. Pero digno. Muy digno».

4. Una foto de Terelu

Espera, ¿qué? JAJAJAJAJAJAJAJA. Fan de este apartado. Y por supuesto, la he encontrado.

«Yo a tu edad ya estaba casado y con hijos».

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5. Un microrrelato de 100 palabras como máximo

Por primera vez, no estaba nervioso por mi cumpleaños. Me daba igual la cena, la ropa que llevara puesta o que mi casa estuviera llena de gente. Por primera vez, y no entendí por qué, no me importaban en absoluto los regalos. Por primera vez, me apeteció disfrutar del momento. De los buenos momentos. De que la gente que me rodeaba se había acordado de mí, y que debía estar agradecido. Al final iba a ser verdad que ni mil camisetas de Zara iban a poder superar una buena amistad.

Tras haber vomitado todo el arcoiris que me quedaba dentro después de escribir este microrrelato, es momento de retarte.

Y es que, para esta semana, solo te pediré que escribas la biografía de la persona que más admiras. Anónima o no. Dramática o cómica. Tú decides.

Love

Jorge Abad

Drácula es a la sangre lo que el alcohólico al vino

Una sala con paredes y suelo blancos. Un silencio sepulcral. Un corro de sillas y gente sentada en ellas. Todos se miran. Nadie habla. Lo raro es que la gente allí sentada es gente como muy pálida, muy rara. Como enfermiza. Una mujer con bata blanca y cara agradable está en el centro. Señala a uno de los sedentes.

-Hola… Hola, soy Drácula y  llevo cuatro meses sin beber sangre.

-Hola, Drácula-dicen todos. Y aplauden.

-¿Por qué no nos cuentas lo que te llevó a tomar esta decisión?- pregunta la mujer agradable, imagino que sería la moderadora o algo así.

-Eh, sí, bu-bueno…-tartamudea.- En realidad es difícil de contar. O sea, me refiero, no fue una cosa que dijeses en plan… «¡Boom! y ya, dejo de beber». No, fue como más complicado. Como más no sé. Es que no sé. Fue algo que me llevó a hacerlo pero, pff. No sé. ¿Lo cuento?

Noto que Drácula habla raro. Un conde diciendo «en plan», ¿eso es legal?

-¡Sí, claro! ¡Cuéntanoslo! Sin miedo, aquí estamos para aprender- contesta la moderadora, que además de agradable, creo que es psicóloga.

-Bueno, pues a ver. A ver, yo qué sé… Pues… A ver…Pues que me he enamorado, joé. No, pero no penséis mal. O sea me he enamorado de verdad, y no lo entiendo porque yo de esas cosas siempre he pasado. Yo vivía por y para la sangre, pero sé que a ella no le gusta. Y pues como que noté que necesité dejarlo…

-Pero, ¿y quién es ella?- pregunta con tono inquietante la psicóloga.

Deduzco que las circunstancias en las que conoció a su actual amor no fueron del todo corrientes, porque Drácula se pone bastante nervioso al verse en la circunstancia obligada de tener que contestar a la pregunta de la psicóloga.

-Pues a ver, se llama Michelle. Bueno, en realidad su nombre real aún no lo tengo claro, pero ese es el nombre que utiliza en su trabajo. Y, a ver… bueno, pues sí. Es puta. ¿Y? ¿Pasa algo?

Noto que se dirige a su compañero de al lado, que se ha rascado la nariz.

-¿Te estás riendo? ¿Se está riendo de mí?

-Drácula, tranquilo. Nadie se está riendo de ti. Sigue contándonos.- De verdad, qué simpática es esta mujer, que pone paz en los momentos más tensos.

-Pues eso, que la conocí en un bar una noche. Bueno, en un puticlub, supongo. Pero, a ver, que yo no iba a buscar nada de eso, ¿sabes? Que yo solo iba porque necesitaba tomar algo, y ya. Pedí un Bloody Mary, y ella entonces dijo «dos, si puede ser». A ver, y yo dije que no tenía tanta sed. Lo que pasa que ella como que me dio a entender que el otro era para ella y ya pues lo entendí. Me dijo que era dominicana, pero que llevaba diez años aquí, en Transilvania. Me contó que le gustaban las bachatas, la salsa. Y no sé, a mí esas cosas no me gustan, pero yo qué sé. Me quedé embobado mirando sus rizos.

¿Qué le pasa a Drácula? ¿Es este el de verdad?

-Y nada. Una cosa llevó a la otra. Nos liamos, y no sé. Noté cómo poco a poco quería beberme su sangre dulce y dejarla seca. Pero justo cuando iba a hacerlo, me paró. Me dijo que qué hacía, que si estaba loco y tal. Y no sé, no pude forzar y paré. Le dije que era Drácula y eso, que me gustaba el rollo sangre y eso. Y me dijo que o la sangre o ella, pero que a ella esas cosas le daban mucho asco y que no iba a vivir así conmigo. Yo le dije que no podía, que aunque quisiera, la sangre siempre me iba a gustar. Que era una droga. Y ella me dijo que de todo se sale. Hice caso. Y bueno, pues aquí estoy.

-¿Y notas mejoras desde que empezaste el tratamiento?

– Bueno, a ver, sí. Ahora sí. Pero al principio me costó. En plan que me ponía a temblar por las noches. Pero bueno, ya en verdad sí que estoy mejor. Bebo leche de soja que sabe parecido. Y no sé. Bien.

La gente murmulla algo. El corro va quedando cada vez más en la lejanía. Todo se oscurece.

Aparece Drácula, años después. Está visiblemente más fibrado, con la piel más morena, aunque manteniendo intactos sus colmillos. Está sentado en una playa del Caribe, y Michelle está muerta en sus brazos. Drácula tiene la mirada perdida y aprieta sus mandíbulas descargando la presión que acumula su cuerpo.

-¿Por qué me pediría que le chupase aquella costra? ¿POR QUÉ?

El plano se aleja cada vez más, fundiéndose a negro mientras Drácula llora desesperadamente por el final inesperado.

En fin. Prefiero no hacer declaraciones sobre el reto que he cumplido esta semana. Este tipo de cosas no las puedo arreglar de ninguna forma.

Pero bueno, Lidia, para que quedes a mi altura, te pediré que hables en nombre de una de las figuras más importantes de este país de la que poco se habla últimamente para los días tan importantes que está viviendo. Y no, no hablo del 400º aniversario de la muerte de Cervantes. Hablo de la Pantoja. Isabel acaba de salir de la cárcel, y en ningún momento me he sentido acosado por los medios de comunicación hablando en exclusiva de qué color era el coletero que lucía el día que tuvo su primer permiso y qué nos querría decir con su elección.

Así, quiero que retrates en primera persona y con un tono puramente cómico qué se le pasa a la viuda de Ehpaña estos días clave para ella y su familia.

Nothing else.

Best wishes.

Jorge.

 

 

Lo que expresa el Arte

Qué bonito es ese período de la primavera en el que ya hace buen tiempo pero aún no has empezado a sufrir por la alergia. Y qué bonitas las flores, los árboles y el cambio de hora. Y con esta reflexión que para nada viene a cuento comienzo una nueva entrada. Y es que a poco cuento vienen también los títulos casuales y hematocríticos que he tenido que poner gracias al reto de LidiaToilets a estas grandiosas obras de la Historia del Arte.Pues, sin más dilación, aquí las presento.

1. San Bruno. Francisco Ribalta.San Bruno de Francisco Ribalta
San Bruno posando para una fototuenti en clase de Naturales mientras la profe no mira. 

2. Detalle de El Jardín de las Delicias, El Bosco.

El Jardín de las Delicias by El Bosco
«A mí no me importa la lluvia, así que cuéntame más, querido arándano»

3. Chico mordido por una lagartija, Caravaggio.

Caravaggio
Cuando vas a tirar la basura y la bolsa está manchada.

4. Náyade, John William Waterhouse.

náyade de Waterhouse
«Ejcucha, que soy la Náyade,que el Hilas sa pillao un amarillo y va to mal. Estamos akí donde el río asín que vente pacá».

Y cambiando un poco de tercio, estoy profundamente consternado por la noticia que esta semana ha colapsado Twitter. El repentino parón de temporada en ‘El Ministerio del Tiempo’ ha conseguido movilizar una vez más a toda la masa ministérica que ha decidido rebelarse ante una posible no renovación de la serie. Además, por si esto fuera poco, nuestro querido Pacino abandona, esperemos que temporalmente la serie para retomar una vez más la trama de Julián aka Rodolfo Sancho. Por tanto, querida Lidiacé, quiero que esta semana rindas homenaje a este carismático personaje policíaco en un relato de Fanfiction. Además, para añadirle algo de originalidad, quiero que se trate de un crossover con uno de estos clásicos de cine.

1.- Pulp Fiction. Una de tus imprescindibles.

Imagina a Pacino compartiendo trama con Travolta. Solo de pensarlo, te ha gustado, reconócelo.

2.- Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón.

Pacino debe viajar hasta 1980 para deshacer cierto entuerto ocurrido que podría impedir el estreno de la ópera prima de Almodóvar. ¿Te atreves?

3.- E.T.

¿Y si Pacino tuviese que infiltrarse entre el grupo de policías que analizan el caso de la presencia extraterrestre en la Tierra para frenar ciertos comportamientos dañinos provenientes de Darrow Ltd?

La única condición es que, al menos una parte de la historia, deberá tener emplazamiento en España, ya que si no, las llamadas en  los móviles del Ministerio no funcionan igual.

Besos de fresa.

 

¿Qué opina la salamandra de Gaudí sobre la independencia de Cataluña?

Qué poco dura la Semana Santa y cuánto nos cuesta volver a empezar. Propongo desde aquí alargar las vacaciones estableciendo un Mes Santo.

Para esta semana, la rubia menos rubia del mundo mundial me propuso escribir cualquier tipo de historia desde la perspectiva de la salamandra del Parque Güell. ¿Y de qué tema puede reflexionar más una lagartija de diseño? Pues de política, claro está:

Aquella mañana, mi piel de trencadís brillaba especialmente, ya que era uno de los pocos días del incipiente otoño en los que el sol había conseguido asomarse entre las nubes que tapaban la ciudad. Como cada día, miles de turistas se fotografiarían hoy conmigo. Desde mi posición tengo una vista privilegiada de la ciudad, y me gusta observar cómo transcurre la vida de la gente en Barcelona. Sin embargo, aquel día era peculiar. Miles de barceloneses votarían por el que creían que era el mejor futuro para la ciudad. Orgullosos individuos acudían a sus colegios electorales defendiendo su estelada y las ideas que ésta arropaba, y allí se encontraban con otros ciudadanos que no consideraban la independencia entre sus principales opciones. Fuese cual fuese su ideología, todos tendrían opción de decidir.

Todos… menos yo. Casi cien años llevo aguantando guiris sobándome el lomo toda la mañana, pero aún nadie me había preguntado si me quería independizar, si me gustaba Ada Colau o si soy de Ciudadanos. Tampoco entendía, por otro lado, los clichés que se atribuían entre unos y otros, estableciendo una guerra civil fría entre todos, camuflada por falsas sonrisas que simulaban estabilidad. Por lo visto, ser partidario de la independencia era odiar España y a los españoles, y ser votante de partidos a favor de la unión de España significaba, como mínimo, ser esbirro del espíritu de Franco. Si nos ponemos así, a mí mejor que no me hagan pronunciarme…

Sin embargo, eso era algo que poco parecía importarle a Oona, que aquella mañana había madrugado para votar cuanto antes a Junts pel Sí, coalición en la que aparentemente confiaba, para luego poder pasar el resto del día con Ramón. Fui testigo de su primera cita semanas atrás. Habían quedado frente a mí, aunque se habían conocido a través de una aplicación del móvil. Aquella cita fue un absoluto desastre. Oona quedó aterrorizada cuando comprobó que Ramón había acudido a la cita calzando unos mocasines de ante y luciendo un polo de marca, y a Ramón le sorprendió bastante que Oona le confesara que, dos veranos atrás, se había cubierto la cabeza de rastas. La conversación era realmente tensa, resaltando únicamente las diferencias entre ambos, hasta que no sé de qué forma, terminaron hablando de aquel tema que jamás se debe tocar en una primera cita: la política. Cuando Ramón confesó que las ideas de Albert Rivera no le parecían del todo descabelladas, a Oona le empezó a caer una gota de sudor frío por la sien, y ambos se enzarzaron en una horrible e inútil discusión. Tras aquella desastrosa cita, decidieron que no estaban hechos el uno para el otro, y continuaron con sus respectivas vidas sin ni siquiera darse otra oportunidad.

Pocos días después, ambos se cruzaron en Las Ramblas, y ninguno llevaba intención de saludar. Pero tal era la tensión y lo forzado del asunto, que ambos chocaron el uno con el otro, y a Oona se le cayó el montón de cosas que llevaba en brazos. Una carpeta, un estuche de lata, una botella de agua, algo que no recuerdo y un libro. Un libro que, atención, no era un libro cualquiera, o por lo menos no lo era para Ramón. Cuando éste se agachó para ayudarla tras haber fingido una falsa sorpresa por verla, vio que Oona portaba en sus manos un ejemplar de la obra de Patrick Modiano, su autor de referencia que tantas lágrimas como sonrisas le había conseguido sacar. Pues resulta que a Oona también le encantaba este autor, y la literatura francesa contemporánea en general, y eso a Ramón le volvió completamente loco. Esta vez, ni el mismo Artur Mas podría interponerse en su camino. Por eso, decidió invitarla aquella noche a cenar, plan que Oona, sin saber por qué, aceptó. Inseguros, decidieron esquivar temas políticos aquella noche, y se debieron de entender de maravilla, porque desde entonces quedan varios días por semana. Ahora, por el contrario, sí hablan de política, pero aún no han acabado a gritos porque supongo que han aprendido lo más importante, que es ser un poco tolerantes y aceptar las diferencias.

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¡Lo que no una la lectura, no lo une nada!

Pero, querida Lidia, vamos a cambiar de tercio. Porque tú sabes que la próxima semana se estrena en todos los cines del universo espacial la nueva película del señor Pedro Almodóvar, el que describen como un drama seco, la película menos Almodóvar de Almodóvar, y otras perlas paradójicas periodísticas, que trata sobre la relación de una madre y su hija, y la pérdida y búsqueda de ésta. Por ello, tu próxima historia deberá tener como personajes a una madre y su hija. Sin embargo, en este caso estará ambientada en Bilbao de la posguerra, y debes plantear un drama que tenga una enseñanza moral.

Besos. De fresa, que este año están muy baratas por lo visto y han salido muy buenas, o eso dicen en mi casa todo el rato.

Eli Lidia Fuengirola

Qué atrevida, querida Lidia, cuando el pasado lunes me retaste a escribir un relato basado en el estilo de tan grandes cineastas. Sin embargo, me tuve que decantar por uno: Woody Allen. Y es que, como bien sabes, contradiciendo lo que millones de cinéfilos y gafapastas profesionales piensan, a mí la interpretación de Penélope Cruz en las carnes de una más que loca María Elena en ‘Vicky Cristina Barcelona’ me encantó. Y sí, para mí fue merecedora de Óscar. Por ello, he decidido homenajear a esta película que tan bien me lo hizo pasar en su día, pero siguiendo tus instrucciones. Tu ego puede dormir tranquilo esta noche, porque tú eres una de las protagonistas. Sin embargo, la historia se me quedaba colgada sin otro personaje femenino. Y quién mejor que tu fiel y real amiga Eli, de la que tantas veces me has hablado pero que aún sigo sin conocer, para hacer el hermoso papel de ‘Vicky’.  Y ya puestos, también he cambiado el destino y el contexto, acercándoos un poco al calor de la costa malagueña. ¿Qué os deparará esta historia? Pasen y lean:

Lidia y Eli eran dos jóvenes amigas que vivían en Madrid. Decidieron pasar sus vacaciones de verano en Fuengirola, al sur de España. Llevaban tiempo sin verse, y creyeron que aquella era una bonita forma de mantener la buena relación que siempre habían tenido.

Alquilaron un sencillo apartamento en primera línea de playa. Al fin y al cabo era eso lo que más importaba, estar cerca del mar. Una vez instaladas, decidieron salir a comer, decantándose por una enorme mariscada y dos frescas jarras de sangría en un chiringuito cercano. Ya se encontraban a punto de pagar después de una copiosa comida entre risas y anécdotas, cuando un hombre en sus largos cincuenta se acercó a su mesa. Con un curioso acento alemán y unos perfectos ojos azules clavados en la mirada de Lidia, se atrevió a decir “¿de qué color son tus ojos?”. ”Son verdes” contestó Lidia dejándose llevar por el magnetismo de aquel hombre. “Me llamo Günther, y si me lo permitís, me gustaría invitaros esta noche a mi hotel. Tapearemos por el centro, beberemos sangría y haremos el amor hasta el amanecer”. Eli, sensata, miró con estupefacción a un desconocido y a su parecer desvergonzado viejo verde y, convencida del apoyo de su compañera, rechazó la invitación. Sin embargo, Lidia no estaba del todo segura de no querer seguir sus planes, los que, para sorpresa de Eli, acabó aceptando.

               Aquella noche cenaron, bebieron demasiada sangría y, en efecto, hicieron el amor. Había algo en la mirada de Günther que encandilaba a Lidia. La pasión desenfrenada siguió avivándose con el paso de los días, en los que la joven Lidia acabó instalándose permanentemente en el lujoso hotel del alemán. Todo parecía ir en su curso, cuando una calurosa noche de julio, mientras la pareja disfrutaba en el balcón de la suite, alguien llamó a la puerta. Y cuál fue la sorpresa de Lidia al descubrir que se trataba de Anette, exmujer de Günther, una escultora a la que las malas experiencias en la vida la  habían hecho acabar con su cordura. Anette permanecería allí una temporada. Necesitaba alejarse de la mala vida, y Günther era el único que podía ayudarla. A Lidia no le quedó más remedio que aceptar.

Durante días, Lidia tuvo que soportar el carácter rudo e impertinente de Anette, que, refugiada en su depresión, trataba de recuperar a Günther al precio que fuese. Sin embargo, con el tiempo la una fue acostumbrándose a la presencia de la otra, y poco a poco se fue fraguando lo que parecía el comienzo de una amistad. Habían llegado a un trato sin palabras: estaban dispuestas a compartir a Günther.

Poco a poco fue creándose un vínculo mayor entre Anette y Lidia, que cambiaron sus miradas de odio por gestos de cariño. Y esos gestos de cariño poco a poco se materializaron en la misma pasión que ambas sentían con Gunther. Lidia estaba extrañada, ya que jamás había sentido algo así, pero decidió dejarse llevar por la situación.

Pero, según pasaba el verano en Fuengirola, Lidia fue aceptando que lo que estaba viviendo en aquel hotel no era más que una extraña locura que debía acabar. Por ello, abandonó la suite de Gunther y Anette, y con ella dejó sus recuerdos de aquel verano que jamás sería capaz de olvidar.

Una vez en Madrid, Lidia regresó a su vida alejada del mar. Volvió a su trabajo, impartiendo clases de periodismo institucional en la Universidad Complutense, y retomó contacto con su anterior relación. Y cada tarde, como de costumbre, volvió a disfrutar de los atardeceres otoñales madrileños acompañada de las carcajadas de su amigo Jorge, el único que sabría la verdad de aquel verano.

Vale, pero…¿dónde está tu amiga Eli? ¿No has sido capaz ni de llamarla durante estos días? O sea, pero ¿de qué vas? ¿Tú sabes cómo se ha tenido que sentir la pobre, sin saber de ti durante un verano entero? Vale, espera, no me lo cuentes ahora. Cuéntamelo el próximo lunes, este será tu reto. Tendrás que contar la historia desde los ojos de tu pobre amiga, a la cual has dejado plantada para irte con un alemán desconocido. Deberá ser una historia inventada, alejada de las vivencias de la propia Vicky en el film de Woody Allen.

Por hoy, nada más.

Jorge Abad.

Cuando me casé con Rocío Dúrcal

¿Vosotros de verdad os acordáis de vuestros sueños? ¿Soy el único raro que pocas veces recuerda lo que sueña, o si lo recuerda, se le acaba olvidando? ¿Es una enfermedad, soy raro o es algo normal? Pocos días logro acordarme de mis sueños, y de los que recuerdo, pocos merecen la pena. Será porque tengo sueños muy costumbristas, o yo qué sé, pero por mi cabeza durmiente no pasan esos sueños bucólicos de las películas. Yo sueño incongruencias de la vida encuadradas en un contexto cotidiano, sueño que me caigo de una montaña rusa y me despierto, pero chico/a, yo ya no sueño como antes.

Los sueños de la infancia sí que eran sueños de verdad. Cuando soñé que volaba, cuando soñé que jugaba al escondite y establecíamos que el límite para esconderse era el metro de Murcia (qué cosas, ¿eh? Murcia con metro), o el sueño de los sueños, the dream of the dreams: cuando me casé con Rocío Dúrcal. Porque sí, lo reconozco. He sido un niño rarito y singular. Pero me hacía querer, de verdad. Y es que he de confesar que mi ídolo de la infancia, además de toda la primera edición de Operación Triunfo menos Juan, que cantaba raro, era Rocío Dúrcal. Yo era a la Dúrcal lo que las auryners a Blas Cantó. La descubrí en una de esas muchas tardes en las que mi abuela y yo veíamos Cine de Barrio. Emitían «La chica del trébol», y fue flechazo a primera vista. Mi decepción vino después, cuando descubrí que ya no era tan joven, estaba casada y se había pasado a la ranchera. Pero yo seguí siendo fiel a mis principios de amor y lealtad, y compré todos sus VHS. Miento, aún me falta alguno. Así que aprovecho para hacer un llamamiento cual Niña de Shrek y pedir los VHS que me faltan. También colecciono los de Marisol, pero menos.

Por supuesto, he tenido que decidirme por este grandioso sueño para el reto que Lidia Blonde Forever me proponía el pasado lunes. Así que, aquí os lo presento:

Aún no existía Instagram, pero Madrid aquel día tenía un filtro Nashville. La Plaza Mayor de Madrid, lugar del evento, no me preguntéis por qué, estaba a rebosar de gente vistiendo al más puro estilo Velvet. Yo estaba allí, de pie, con mi metro treinta y uno de altura, cortando la tarta como el que más. Y ella. ¡Ay, ella! Con su vestido blanco, abrochado hasta el cuello, su recogido sesentero y su sonrisa de ‘La chica del trébol’ inspiraba mucho amor. La ceremonia habría ido bien, supongo. Mi sueño no dio para tanto, pero la celebración estaba siendo impresionante. Las folclóricas de la época no habían querido perderse tal acontecimiento, y allí estaban todas, en fila, brindando por Augusto Algueró. Tras haber partido la tarta, todos, por supuesto, gritaron el horripilante pero divertido “que se besen”. Rocío me miró. Sonrió. Y nuestras caras cada vez se acercaron más. Ahora solo estábamos ella y yo. No hacía falta nadie más. El momento era intensito, solo nos separaban unos milímetros. Ya no quedaba nada, yo estaba preparando mis labios sin estrenar. Mi primer beso, y encima con la Dúrcal. Solo quedaba un último acercamiento que sellaría nuestros labios para siempre. Solo faltaba un¿QUÉ HA PASADO? ¿QUÉ HA SIDO ESE RUIDO? ¿POR QUÉ NO DEJA DE SONAR? ROCÍO, ¿DÓNDE ESTÁS?

-¡Vaya habitación, señorito! No puedo ni pasar la aspiradora. Sube la persiana y recoge los Playmobil.

Mi madre, oportuna como siempre.

No te lo perdonaré jamás, Manuela Carmena. Jamás.

(Esta frase me ha sonado tan antigua y machacada como el «ola k ase», pero encaja tanto…)

En fin, Lidia Baños, ¿te das cuenta de lo mala persona que podría ser ahora mismo? ¿Te das cuenta de que, en estos instantes, podría decirte que, como reto, tú también tienes que relatarnos un sueño? Tendrías que contarnos cómo es formar una banda de rock. Y más con ese naming tan simbólico como ‘Blue and Purple’. ¿Qué significaría? ¿Cómo sería vuestro primer single? (Yo lo sé). Vaya sueños, ¿eh?

Pero no, voy a ser bueno. ¿Cuánto hace que no te pido una historia de amor? Aún recuerdo cuando, hace siglos, por lo menos, leí tu historia sobre Andrew y Kate, en tu blog ‘Un paseo en Vespa’. Así que, esta vez, quiero que nos hagas sentir otra vez el amor inesperado. Pero esta vez en Madrid. Necesitamos que nos cuentes ese flechazo en algún bar de Malasaña, o las miraditas en el metro de Ciudad Universitaria. Pero en no más de 350 palabras.

Lo espero con ansia.

Jorge Abad.

Kate y Leo. Leo y Kate

¿Existe algo más bonito que la amistad? Algunos dirán que el amor, y yo pregunto, ¿seguro?

Esta semana, Lidia Toilets me ha encargado un reto en el que, de cualquier manera, revele un momento de intimidad entre Leo DiCaprio y Kate Winslet, sonados amigos hollywoodienses. Pues bien, he tenido que reflejar uno de los momentos más tensos a la par que bonitos han tenido que vivir estos dos grandes del cine, y he decidido hacerlo en forma de guion. Las horas previas a los Óscar, año en el que ambos estaban nominados. ¿Qué puede salir de ahí? ¿Acabarán peleándose por ensayar su número en el espejo del baño del hotel? ¿Se declararán amor absoluto tras años y años de una larga amistad? Leed, leed…

  1. HABITACIÓN DE LEO. INTERIOR. TARDE.

Horas antes de la gala de los Óscar 2016, Kate Winslet recorre el pasillo de un lujoso hotel de Los Ángeles, enfundada en un ajustado vestido negro que le hace moverse con cierta torpeza cómica. Para ante la habitación de Leonardo DiCaprio y llama a la puerta. Leo abre.

KATE

Pero ¿todavía no te has vestido, hijo mío?

LEO

Mira, no me puedo ni anudar la pajarita. No me sale. No puedo. No voy a la gala.

KATE

Ay, chico, de verdad. Te pones de un tenso… Tómatelo con relajación, si sabes que vas a ganar.

Kate suspira y se adentra en la habitación de Leo con cierta chulería, manteniendo su limitación de movimiento a causa del vestido.

LEO

Que no voy a ganar.

Kate, sin dejarle terminar, se dispone a anudarle la pajarita.

KATE

Que sí vas a ganar. ¿Tú no te has metido en Internet en estos días? Y mira que a mí no me gusta. Internet, digo. Pero es que el mundo entero te está haciendo campaña. Vamos, que como no ganes, te digo yo que se arma. Yo, ¿ves? No. No voy a ganar. La Vikander lo ha hecho muy bien este año y yo creo que va a ganar ella. Que se lo merece, la cría, pero mi preferida es Rachel McAdams, las cosas como son.

LEO

¿Qué dices? Tiene que ganar Jennifer Jason Leigh. Vamos, ha hecho un papelón…

Kate golpea con cariño pero cierto enfado a Leo en el hombro.

KATE

¡Pero bueno! Tu favorita tendré que ser yo, ¿no? Que para eso estoy nominada.

LEO

Ah, claro. Bueno, en realidad es que definitivamente tú no te lo vas a llevar.

Ambos ríen.

KATE

Bueno, y digo yo que me dedicarás unas palabras en el discurso, ¿no?

LEO

¿Me las dedicarás tú a mí?

Kate le mira con cara de irónica indignación.

KATE

¿Perdona? ¿Se te ha olvidado el momento Golden Globes en el que solo me faltó pedirte matrimonio?

LEO

Cierto. Bueno, pero que no voy a ganar, así que no te ilusiones. Yo qué sé… Y si gano, en los Óscar dan muy poco tiempo para el discurso, y es mucha gente…

KATE

Bueno, pues si ganas, me haces un gesto, un guiño o un algo. Y si gano, yo te lo hago a ti.

Leo se sienta, nervioso, en la cama. Su cara hace evidente su preocupación y su miedo. Kate se da cuenta, y se agacha frente a él.

KATE

Mira, ¿sabes qué? No me hagas ningún gesto. Ni estés pendiente de nada ni de nadie. Simplemente disfruta. Ganes o no ganes, aunque vas a ganar. Pero disfruta. En tu discurso de ganador, olvida todo lo que tengas preparado, y habla solo de lo que te salga de dentro. Yo estaré ahí, al pie del escenario, esperando para abrazarte y robarte el Óscar.

Ambos ríen. Se abrazan.

LEO

¿Y si no gano?

KATE

Tranquilo, tengo preparada una carpeta llena de memes.

Vuelven a reír. Kate se levanta, besa a Leo en la frente y se dispone a abandonar la habitación. Se detiene en la puerta, y dedica a Leo una última mirada de complicidad.

KATE

Te estaré vigilando.

Desaparece tras la puerta.

Amo a Kate Winslet. Y si es tan maja como en esta escena, más.

Reitero lo dicho. La amistad es muy bonita. Y yo, que soy un buen amigo de mis amigos, voy a ser BUENÍSIMO con mi querida Lidia en su próximo reto. Para la próxima semana quiero que nos deleites con uno de los géneros con los que más disfrutas escribiendo, leyendo y viendo películas: el terror. Aunque periódicamente te encargues de recordarnos lo rarita que eres a veces escribiendo relatos en tu blog ‘Dosis de terror‘, esta vez quiero que lo hagas por aquí. En menos de 300 palabras. Con una historia ambientada en el Madrid de los 90. Y ya estarías totalmente sobresaliente si en algún momento de tu relato, aunque fuese poco relevante, incluyeses algo referente a Camilo Sesto, alguien que ya por sí mismo da bastante miedito.

Por hoy, nada más.

Saludos.

Jorge Abad

 

 

 

 

 

 

Margarita a través del espejo

Cuando Margarita se miró al espejo, quedó aterrorizada. No quedaba rastro de su mirada angelical, y sus rubias ondas habían desaparecido por completo. En su lugar veía un ser abstracto, lleno de líneas curvas y rectas, simples y retorcidas, pero con su misma forma. Por un momento creyó no ser ella. Levantó un brazo, y su reflejo imitó su movimiento. Giró la cabeza, y el ser al otro lado del espejo la acompañó a la par. Definitivamente, era ella.

Se fijó entonces en que la habitación en la que se encontraba y todo a su alrededor se reflejaba en aquel estructurado caos de líneas y figuras que seguían una misma estructura. Era una especie de universo paralelo, creado a partir de aquel espejo infranqueable que separaba ambas realidades.

Por un momento, Margarita sintió ganas de llorar. No se veía bella. Pero entonces, se detuvo a observar aquel extraño mundo reflejado en el espejo. Vio que era muy distinto, alejado de lo estéticamente correcto, de lo reglamentariamente bonito. Pero notó algo especial. Algo que no sabía describir, pero que no le permitía dejar de mirarse. La belleza era algo banal comparado con lo que sentía al observar aquel ahora maravilloso lugar. Aquel mundo no necesitaba ser bello para transmitir. Lo bello era lo obvio,  y ese universo le ofrecía enigmas sin descifrar, enfoques distintos sobre los que meditar.

Orgullosa de su hallazgo, mandó guardar el espejo en un lugar seguro en el que nadie pudiera descubrirlo. Pensó que la fantástica realidad que había descubierto en su reflejo no sería entendida por muchos, o quizá nadie más pudiese verlo de la misma manera que ella lo hacía. Lo llevó siempre en cada uno de sus viajes, y cada noche se miraba en él, aprendiendo poco a poco a observar la realidad, más allá de lo que el ojo humano nos enseña a ver.

meninapicasso

Lo que me ha costado decidirme por dos pinturas para el reto que me propuso Lidia la semana pasada, pocos lo saben. Pero el otro día, de repente, la bombilla de bajo consumo comprada en el Ikea que llevo insertada en el cerebro se encendió, y pensé que quizá podría ser interesante analizar dos obras tan iguales y tan diferentes. Porque sí, ambas representan a las famosas ‘Meninas’, pero consiguen transmitir sensaciones completamente distintas. Picasso, gran admirador de Velázquez, decidió encerrarse en su estudio para crear un conjunto de 58 obras que hablasen única y exclusivamente de esta famosa obra. Desde la más profunda admiración, y siempre respetando la pintura original, Picasso consigue llevarnos a su universo propio, un mundo que no necesita ser correcto para decirnos algo, y que no por ello deja de ser bello a su manera. ¿Qué opináis vosotros? Si es que, incluso los más grandes se inspiraron en otros grandes, y si no, que se lo digan a Homer Simpson

Pero bueno, Lidiacé, esta semana tú también deberás inspirarte en otros grandes, en este caso de la literatura. Y concretamente, de la literatura erótica. Quiero que consigas convencernos de que 50 sombras de Grey puede ser una versión light de tus obras, que los abuelillos ya no necesitarán viagra si leen tu relato y que los jóvenes quieran tener fantasías con tus protagonistas. Eso sí, tu relato verdoso no podrá ocupar más de 150 palabras, y deberá concluir con la frase «a quien madruga, Dios le ayuda».

Por hoy, nada más.

Jorge Abad.

Cinta de lomo con patatas y abrazos

Un teléfono que suena a la hora de comer. Una voz entrañable al otro lado del aparato que, tras contarme que ha ido a misa y se ha vuelto rápido porque hace un día de perros, me recrimina que a ver cuándo vienes a verme, que te estoy haciendo una bufanda y no sé si te gusta o no te gusta. Mi abuela no es de las que cuando se aburre juega al Candy Crush. Ella es más de ganchillo y punto. Como todas, supongo. Por supuesto, acepto su invitación.

Su calle huele a invierno. Su portal, a friegasuelos. Un tercero sin ascensor, competencia directa de gimnasios y polideportivos. Y allí está ella, con la puerta abierta, esperando en el descansillo en bata. Qué frío, hijo. ¿Y vienes sin abrigo? ¿Has podido aparcar? Este mediodía estaba imposible. Normal. Mi abuela vive en un barrio de abuelos, y todos los nietos del mundo los visitan los domingos. Y así es imposible aparcar. Entro, y ya huele a ella.

Pongo la mesa en el salón. Cenamos en el sofá, porque así pongo la estufa y el radiador y se está mejor que en la cocina, que siempre hace un frío que pela. Mi abuela sobrevive sin calefacción. No sé cómo, pero sobrevive. Mira a ver si te gusta cómo va la bufanda. ¿Es así como la querías? No, pero sigue siendo perfecta. Porque me la ha hecho ella, y eso es lo que me gusta.

La cena está servida. De fondo, las noticias de Antena 3 o Telecinco, porque ya he cogido la costumbre de verlas ahí, hijo. Zumo para mí. Vino y gaseosa para ella. Es bueno para el corazón, dice. Ha hecho cinta de lomo, que ya sabes que es lo de siempre, pero es la única carne que puedo comer. A su edad ya apenas conserva sus propios dientes. Bueno, míos sí son, que los he pagado, refiriéndose a su dentadura postiza.

Aunque a veces pienso que, al igual que la Bruja de Hansel y Gretel, pretende asarme al horno y por eso tiende a sobrealimentarme, siempre me pregunta que si ¿te has quedado con hambre? Todo porque rechazo un huevo frito tras la cena, o elijo entre fruta o yogur. Cómete una fruta y un yogur, que no has cenado nada, dice.

Tras la cena, viene el momento preferido en el que me quedo dormido apoyado en ella viendo El Peliculón de Antena 3, o cualquier otro programa que veamos. Es entonces cuando la abrazo. Cuando no me canso de quererla. No me he ido y ya la echo de menos. Hijo, mucho cuidado ahora por la carretera ¿eh? Que van los coches como locos, dice mientras me ayuda a ponerme el abrigo. Un abrazo final acompañado de besos de esos que solo se pueden dar a las abuelas. De los que suenan. Bajar las escaleras desde un tercero nunca fue tan duro después de una cena. Un adiós desde la ventana. Besos en el aire. Semáforos en rojo. Carreteras. Felicidad.

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Las abuelas son, definitivamente, los seres más entrañables que existen en el mundo. Y quien diga lo contrario, miente.

Pero, Lidia, esta semana tu reto es absolutamente envidiable. ¿Por qué? Porque el próximo lunes se estrena, ni más ni menos, la segunda temporada de ELMINISTERIODELTIEMPOOHDIOSMIOYANOAGUANTABAMÁSTIEMPOSINVERLO. ¡POR FIN! Después de casi un largo año de sufrimiento y espera, la serie más Transmedia e innovadora del momento vuelve con nuevas aventuras y nuevos personajes. Y como transmedia que es, ¿qué puede haber más bonito que formar parte de ese proyecto? Nada. Por tanto, deberás escribir un relato de Fan Fiction que tanto me gusta sobre esta serie. ¿Condiciones? Of course.

-La extensión deberá ser de entre 500 y 600 palabras. Un relato consistente, vamos.

-Deberá tener, como relato que es, un principio, nudo y desenlace.

-Tendrá que estar acotado en una determinada época de la Historia concreta. Tú decides cuál.

-El feminismo, rasgo fundamental de la serie, deberá estar presente de alguna manera en el relato.

Y yo creo que no me dejo nada.

Considerables ganas de ver lo que puede salir de aquí.

Besos.

Jorge Abad.