Me encanta la Navidad, pero no hay cosa que más odie que la gente en Navidad. Bueno, excepto a ese tipo de gente que se ríe con la “e” (je, je). A esos los odio más. Pero bueno, lo que es la Navidad en su origen, lo que es el acto de poner el Belén y comer hasta morir y tragarte el especial Nochebuena de TVE, me encanta.
Total, que como el otro día terminé los exámenes, me dijo Lidia que por qué no íbamos al centro a ver las luces humildes que ha puesto Carmena y criticar a la gente que pasea con gorros con cabeza de reno. Y obviamente, tuve que aceptar. Porque pocas cosas hay mejores que terminar una tarde compartiendo oferta de la aplicación del Burger King con tu best friend, y más aún si es en el del centro.
Y hay que ver qué luces. Qué colores. Qué horteradas. Qué preciosidades absolutas. Madrid brillaba como la lycra de los vestidos de Azúcar Moreno. Pero estaba a reventar de gente feliz. Y eso es algo que no llevo bien. Gente que anda lento y se detiene a observar a los mimos de Sol. No, no puedo. Así que le dije a Lidia que por qué no íbamos a la Plaza Mayor, que seguro que estaba todo más resguardado y acogedor. Pero qué equivocado estaba. Era imposible avanzar. Relegados a un lado, quisimos escapar. Pero una invasión de transeúntes deseosos de observar caganers en los puestos de la plaza, con hijos hiperactivos cuyas madres rubias con coleta baja les compran panderetas y cigarros de mentira que emulan el humo utilizando polvos de talco se abalanzó sobre mí. Perdí el equilibrio y, cuando esperaba caer al suelo… zasca. Una masa de plástico brillante multicolor me había salvado del gran golpe. Y sí, amigos, hablo de la famosa cabra/llama/animal extraño que se sitúa en uno de los rincones de la Plaza Mayor, hace clac clac clac y espera que eches monedas. Lo que muchos no sabíamos, es que realmente debajo de aquel animal había un hombre. Y ese hombre, enfurecido, me dijo que le había destrozado el negocio. Y qué culpa puedo tener yo, le dije, de que las madres de Pozuelo de Alarcón, Boadilla del Monte y alrededores decidan aplastarme todas a una como Fuenteovejuna, y no me dejen espacio ni para pegar el traspiés. Total, que el señor me odió por momentos, hasta que buenamente le ofrecí un bocadillo de calamares por todo el disgusto. Yo es que siempre he sido muy así, que otro lo mismo hubiese cogido y se hubiese ido. Pero jo.
Así que me quedé sin menú D97 de la aplicación del Burger King porque me lo gasté en un bocadillo de calamares ajeno, pero la experiencia fue realmente inolvidable. Aunque, que nadie me espere por allí hasta después de rebajas. Gracias.
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No, aunque perfectamente podría ser una historia real, de momento, no lo es. Y sí, me he pasado de las 350 palabras.
Pero, querida Lidia Bathrooms, ahora es momento para tu reto semanal. Esta semana están pasando millones de cosas importantes en nuestro país: elecciones, Rajoy sale a correr en jornada de reflexión, Carmen Lomana sale fea en las fotos, elecciones, Rosa Díez ha dicho «no» (no sabemos a qué), elecciones, etc. etc. etc. Pero si hay algo realmente importante que ha acontecido durante estos días en nuestro país es el hecho de que se han ido confirmando concursantes para la nueva temporada de Gran Hermano VIP. ¿Realmente existe algo más importante? NO. Pero, sinceramente, me siento bastante cabreado en mi interior, porque, como estrellas que somos del mundo online, aún ni tú ni yo hemos recibido invitación para participar en este reality. Y mira, eso es algo que no tolero. Por tanto, quiero que, en tu próximo post, enumeres 10 razones por las que DEBEMOS entrar como pareja en GHVIP2 y ganar el concurso. Fácil y sencillo. Como la vida, pero más.
Merry Xmas everyone.
Jorge Abad.